El 2 de abril de 1982 dio inicio al conflicto armado entre nuestro país y Reino Unido en las Islas Malvinas. Allí, el pampeano Augusto Bedacarratz y el porteño Armando Mayora, protagonizaron una proeza que merece ser contada
A bordo de sus Super Étendard protagonizaron el hundimiento del destructor británico Sheffield en aguas del Mar Argentino, al este de la isla Soledad, en plena guerra de las Islas Malvinas.
Esto fue durante una operación militar pionera, ya que se convirtió en el primer ataque consistente en el uso de misiles de aviones contra barcos.
Parece que lo vivieron ayer, pero sucedió hace poco más de cuatro décadas, “aunque no vamos a hablar de edades acá, ¿verdad?”, bromean Bedacarratz y Mayora.
“Lo nuestro fue muy inmediato. Hay que pensar que el 1° de mayo se inició, en los hechos, la guerra a los ingleses con el bombardeo a Puerto Argentino, y que el 4, después de esas horas de preparativos, despegamos con Armando. En el transcurso de los tres, cuatro días previos todo fue vertiginoso”, recuerda Bedacarratz.
Y agrega: “Gente que no volvía, cómo se palpaba la muestra del espíritu, el ánimo de defender, el entusiasmo. Lógico, el país entraba en guerra después de toda una historia. Así hasta que llegamos a la misión en sí”.
“Las condiciones meteorológicas eran desfavorables para el vuelo, lo que a la vez nos tranquilizaba desde el punto de vista de que posiblemente ese día los británicos no esperaban para nada un ataque”, refuerza Mayora.
“El lanzamiento fue a las 11:04 AM, aterrizamos en Río Grande a las 12 y pico del mediodía y a las 5 de la tarde nos enteramos, por una comunicación oficial del Ministerio de Defensa británico, que el Sheffield efectivamente había sido atacado. Ellos lo dijeron desde el primer momento”, cuentan.
Bedacarratz agrega: “Hasta ese momento lo único que daba indicios de que algo había ocurrido era que desde un radar terrestre de Malvinas se detectó que, de pronto, en las fuerzas inglesas que se encontraban en alerta blanca hubo movimientos de helicópteros y Sea Harriers. De hecho, al llegar a Río Grande nos recibieron como si hubiésemos producido un daño tremendo, cuando nosotros sólo estábamos seguros de haber hecho las cosas bien”.