En apenas un mes, Chisinau ha visto cómo se reducen a la mitad las importaciones de gas ruso y se interrumpe por completo el suministro de electricidad procedente de la región separatista prorrusa de Transnistria, que cubría el 70% de las necesidades de Moldavia. El otro 30%, importado de Ucrania, también se ha cortado por los bombardeos de Moscú a infraestructuras energéticas del país.
La pequeña república de Moldavia, encajonada entre Rumanía y Ucrania, se enfrenta a una grave crisis energética, con un precio del gas que se ha multiplicado por seis y un déficit nacional de electricidad.
En apenas un mes, Chisinau ha visto cómo se reducen a la mitad las importaciones de gas ruso y se interrumpe por completo el suministro de electricidad procedente de la región separatista prorrusa de Transnistria, que cubría el 70% de las necesidades de Moldavia. El otro 30%, importado de Ucrania, también se ha cortado por los bombardeos de Moscú a infraestructuras energéticas del país.
El gobierno ruega a sus ciudadanos que ahorren energía, mientras que algunas empresas han detenido la producción o luchan por sobrevivir ante lo que se espera que sea un invierno muy difícil.
“Encontrar energía es un reto diario”, dijo la semana pasada la presidenta de Moldavia Maia Sandu. Una vulnerabilidad, dijo, que “genera chantaje político e injerencia en una democracia” por parte de Moscú desgarrada entre Oriente y Occidente. Aseguró culpando a los intentos de desestabilización por parte de Moscú.