Estudios realizados revelan el papel fundamental de la amígdala en la comprensión del humor
La capacidad de hablar y reír pertenece solo a los seres humanos. Si bien existe una gran cantidad de información sobre los circuitos neuronales que gobiernan el habla, se sabe poco de aquellos que manejan la risa.
Aunque los animales no hablan, algunos pueden reír: lo hacen los monos y grandes simios e incluso las ratas, que emiten un chirrido de una frecuencia más elevada de lo normal cuando juegan o se hacen cosquillas.
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En 1998, un grupo de científicos de California, realizaron estimulaciones eléctricas en cerebros de seres humanos voluntarios y encontraron que, cuando la corriente eléctrica alcanzaba un área motora conocida como “SMA”, los pacientes reían.
Los investigadores fueron más allá y afirmaron que la risa es un fenómeno multifacético que tiene al menos tres componentes. El primero es el motor, necesario para poner en funcionamiento los músculos faciales, luego está el cognitivo para poder comprender el humor y, por último, el afectivo ya que no todos ríen de las mismas cosas ni de la misma manera.
Uno de los interrogantes que surgen entonces es qué lugar tienen en el cerebro todos estos componentes. Así como existe el área de Broca que gobierna al habla, ¿existe un área de la risa?
En los bebes, la risa es una de las primeras vocalizaciones sociales que aparece entre los dos y tres meses de edad. De hecho, como sonríen incluso si nacieron ciegos o sordos, la risa se entiende como una respuesta fisiológica, un reflejo. El humor, por otro lado, es un proceso emocional más complejo.
Un grupo de científicos suizos y alemanes intentaron capturar imágenes de resonancia magnética cerebral de personas sometidas a diferentes intervenciones humorísticas como chistes o imágenes graciosas. El objetivo era evaluar qué áreas del cerebro se activaban. Sin embargo, tuvieron que modificar sus ensayos ya que, para que las imágenes sean de calidad, era necesario que los sujetos experimentales estén quietos y esto no es posible si se causa una carcajada.
Lo que hicieron entonces fue someter a las personas a sonidos de risas y llantos, y analizaron las imágenes que obtenían. Si bien los resultados, exhibieron que no existe ningún “centro de la risa”, identificaron que la amígdala constituía una parte fundamental a estudiar.
La amígdala tiene como principal función procesar y almacenar las emociones; es la encargada de recibir las señales de potencial peligro y actuar para favorecer la protección del individuo. Las personas que tienen una amígdala de tamaño incrementado suelen sufrir de ansiedad patológica. ¿Cómo es que una estructura así está involucrada en la producción de la risa?
Tomemos un chiste corto como ejemplo: “Hace poco cumplí treinta…hace quince años”. El humor requiere la introducción de una incongruencia, la ruptura de la lógica de lo esperado. En un intervención humorística convencional, esta ruptura se llama remate y es donde debería aparecer la risa. En el chiste, la incongruencia se da por calificar de “poco” a un intervalo de quince años. Ahora bien, una vez que se advierte esa incongruencia, lo que sigue es resolverla y esto es lo que está asociado a la diversión.
Cuando alguien escucha un chiste y se ríe, estos dos pasos se dan casi a la vez, por lo que es muy difícil detectar mediante las técnicas actuales de neuroimagen qué zonas del cerebro se activan de manera diferencial. A pesar de esto, los científicos explican que la amígdala en el humor es un detector de relevancia ya que se le atribuye un papel clave en la selección de un flujo de información constante.