A pocos días de celebrar los 150 años de Mar del Plata, repasamos una perla histórica, sobre las familias que se disputaron el título de fundador de la ciudad.
En 1920 un nieto de Patricio Peralta Ramos y un hijo de Pedro Luro confrontaron por medio de cartas. El rol en la fundación de Mar del Plata de los dos grandes pioneros de la ciudad fue el eje de la discusión.
De un lado, Arturo Peralta Ramos. Del otro, Pedro Olegario Luro. En el medio, un intercambio epistolar con el Diario La Capital como foro de discusión y en el que las acusaciones cruzadas apuntaron a honrar los roles en la fundación de Mar del Plata, aquél de su abuelo y éste de su padre.
El 1° de marzo de 1920, se reprodujo la nota que una “Comisión Pro Homenaje a Don Pedro Luro” envió al Concejo Deliberante para fundamentar que, el 10 del mismo mes, se autorizara la colocación de la piedra fundamental para un futuro monumento en la entonces plaza Pedro Luro, que antes había sido la plaza América y que luego adoptaría su nombre definitivo de plaza San Martín.
El motivo de la conmemoración era nada menos que el centésimo aniversario del nacimiento de Luro, pionero en el desarrollo de Mar del Plata y gran impulsor de todo tipo de actividad comercial y social.
Esa nota se publicó al día siguiente en el diario La Razón de Buenos Aires y fue allí donde Arturo Peralta Ramos la leyó con gran indignación a raíz de una frase que entendió injusta e inexacta. La frase cuestionada decía textualmente: “La fecha del centenario de su nacimiento señala al pueblo de esta ciudad, surgida de la nada al soplo de su genio creador”.
Obligado a defender a su abuelo Patricio Peralta Ramos de lo que él calificaba como una afrenta a la historia y a su condición de “fundador de Mar del Plata”, Arturo, de por entonces 43 años, se decidió a escribir una carta enviada con tono vehemente y asertivo para responder a “una nota que nadie firma”.
“Bien pues: este pueblo no ha surgido de la nada gracias al genio creador del señor Luro. Consta, al contrario, en instrumentos públicos, debidamente protocolizados, que, cuando el señor Pedro Luro vino al puerto de Mar del Plata, existía en él un pueblo fundado, trazado y delineado, con un templo de piedra, un molino harinero, un saladero (que se le cedió con todos sus útiles y enseres al señor Luro, gratuitamente), escuela, botica, casas de comercio, un muelle y numerosas habitaciones de piedra, madera y ranchos”, señaló Peralta Ramos.
Tras referirse al decreto del 10 de febrero de 1874 firmado por el gobernador Mariano Acosta que autorizó la fundación, Arturo Peralta Ramos concluyó en que quedaba “solemnemente rectificado el concepto equívoco de que este pueblo surgiera del ‘genio creador’ del señor Pedro Luro, cuya aseveración ante esta municipalidad es una falta de respeto a la misma, pues tiende a complicarla en el designio injustificable y odioso de despojar de sus legítimos títulos la memoria de un argentino generoso y progresista”.
Eso sí, antes de despedirse con el objetivo cumplido del “deber filial”, Arturo Peralta Ramos fue lapidario: “Que el señor Pedro Luro fuese ‘el más grande benefactor y un precursor de las ideas y tendencias sociales modernas de confraternidad humana y filantropía’, creo poder asegurar que no hay ningún documento público que pruebe tales cosas”.
Peralta Ramos ha elegido precisamente las dos ocasiones recientes en que el pueblo de Mar del Plata ha querido consagrar definitivamente la obra de mi padre en este lugar, para discutirla y aún negarla en los términos más rotundos y agraviantes para la verdad y la justicia”, agregó con el ímpetu de quien enarbola el derecho a la réplica.
Un dato clave que Luro utilizó para contraponer las afirmaciones de Peralta Ramos fue una transacción inmobiliaria por una legua y un quinto de tierra, en el ejido de Mar del Plata. Esas extensiones habían sido vendidas por Peralta Ramos y terminado en poder de Luro, en condominio con Jacinto Peralta Ramos para, luego, lotearse y ser comercializadas.
Chapeauroge, uno de los intermediarios, en tanto, explicó que “en 1873 fui autorizado por el señor Peralta Ramos a instancias mías, para proyectar la traza del pueblo, con sus quintas y chacras, dándole, él mismo, el nombre de Mar del Plata”.
Luego agregó, que después de 1874, ”Jacinto Peralta Ramos y su cuñado, Juan Barreiro, compraron a don Patricio Peralta Ramos casi todo el ejido. Más tarde, Barreiro vendió su parte a Pedro Luro y fue en el año 1879 cuando practiqué la división de los lotes de pueblo, quintas y chacras entre los dos condóminos, don Jacinto Peralta Ramos y don Pedro Luro, comenzando desde entonces el gran desarrollo de la localidad”.
“A Patricio Peralta Ramos le corresponde la idea y creación de la ciudad, contestando todos los gastos inherentes a su fundación; a Pedro Luro, el fomento y realización de obras en la población que le dieron resonancia; corresponde, pues, a ambos el mérito de la fundación y desarrollo de esta importante ciudad, sin excluir la parte que en ellos corresponde a Jacinto Peralta Ramos”, concluyó.
La historia y la ciudad terminaron por reconocer ampliamente a Patricio Peralta Ramos y a Don Pedro Luro. Pero no solo a ellos, el recuerdo también alcanzó a los dos confrontantes epistolares. La calle principal del Bosque Peralta Ramos lleva el nombre de Don Arturo, mientras que una estatua de Pedro Olegario Luro durante años se sostuvo en un pedestal de la “Rotonda del Golf” y actualmente se la puede ubicar en la Villa Mitre.