Un repaso a la conmemoración del devastador terremoto de San Juan de 1944 que, a 80 años de distancia, sigue dejando lecciones para el mundo
Hace exactamente ochenta años, el 15 de enero de 1944, Argentina fue sacudida por el terremoto de San Juan, un evento que dejó una profunda marca en la historia del país. Más que una simple catástrofe natural, este sismo se convirtió en un punto de inflexión, transformando la manera en que Argentina abordaría los desastres naturales y la planificación urbana.
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De la ruina a la resiliencia: El renacimiento de San Juan tras la catástrofe de 1944
El terremoto de San Juan de 1944, con una magnitud estimada de 7,6, tuvo su epicentro cerca de La Laja, en el departamento Albardón, a unos 20 km al norte de la ciudad de San Juan. Este evento se destacó no solo por su intensidad destructiva, sino también por las lecciones cruciales que dejó a su paso. Con aproximadamente 10 mil vidas perdidas, este sismo reveló la fragilidad de las construcciones existentes, mayoritariamente de adobe.
La reconstrucción de San Juan fue una tarea monumental que abarcó no solo la recuperación física, sino también la transformación de la planificación urbana y la mentalidad frente a los desastres. Un Consejo de Reconstrucción fue establecido, concentrándose en la edificación de estructuras sísmicamente resistentes y en la reconfiguración de la ciudad. San Juan emergió como un modelo de ciudad antisísmica, con un Código de Edificación que revolucionó las prácticas constructivas en áreas propensas a terremotos en Argentina.
La tragedia no solo dejó cicatrices físicas en la ciudad, sino que también generó cambios significativos en el tejido social y económico. Con cerca de nueve mil vidas perdidas, la reconstrucción no solo significó la restauración de edificios, sino también el renacimiento de una comunidad golpeada por una de las mayores catástrofes naturales en la historia argentina.
Este terremoto no es único en su magnitud ni en sus consecuencias. A lo largo de la historia, otros eventos sísmicos de similar escala han dejado marcas indelebles en diferentes partes del mundo. El terremoto de Tangshan en China, en 1976, con una magnitud de 7,6, resultó en una de las catástrofes más mortales de la historia moderna, impulsando cambios significativos en las políticas de construcción y gestión de desastres en China.
Otro ejemplo es el terremoto de Kashmir en Pakistán, en 2005, que también registró una magnitud similar. Este evento resaltó la importancia de la respuesta internacional y la cooperación en situaciones de desastre, así como la necesidad de construcciones más resistentes en regiones propensas a terremotos. Estos eventos, al igual que el terremoto de San Juan, subrayan la importancia de la preparación, la construcción adecuada y la gestión de desastres para mitigar los efectos de estos fenómenos naturales.
En el contexto actual, un terremoto reciente en Japón, de magnitud 7,6, ha generado devastación en la costa oeste. Con un saldo de al menos 213 muertos y más de 50 desaparecidos, la prefectura de Ishikawa ha sido la más afectada, enfrentando desafíos adicionales como el aislamiento de comunidades y la falta de suministro de agua. Las autoridades japonesas están concentradas en la reconstrucción y en brindar asistencia a las aproximadamente 25.000 personas alojadas en centros de evacuación, asignando fondos significativos para la ayuda y la reconstrucción.
En conclusión, el terremoto de San Juan de 1944 sigue siendo un recordatorio de la vulnerabilidad ante la fuerza de la naturaleza. Ochenta años después, sus huellas perduran, no solo en la reconstrucción de la provincia argentina, sino también en la forma en que el mundo aborda y aprende de los desastres naturales de magnitudes similares.
