En un rincón de Buenos Aires, un grupo de fanáticos de los Rolling Stones ha creado una comunidad donde enseñan a bailar, vestirse y vivir como sus ídolos. Con más de 30 años, estos seguidores defienden con orgullo la filosofía stone que nació en los 90 y aseguran que, lejos de extinguirse, sigue más viva que nunca.
En la intersección de las calles Cuenca y Navarro, justo en el límite entre Villa del Parque y Villa Devoto, un grupo de personas ha encontrado un refugio en su pasión por los Rolling Stones. Aquí, en un rincón porteño donde las décadas parecen haberse detenido, se ha erigido una “escuela” no oficial que va más allá de enseñar a bailar o a vestirse como los icónicos británicos; es un lugar donde la esencia de la banda se convierte en un estilo de vida.
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Pablo, conocido entre sus amigos como “El Rolinga”, es una de las voces más representativas de este grupo. A sus más de 30 años, sigue sintiendo la misma pasión que lo atrapó en los años 90, cuando los Stones hicieron su primera visita a Argentina. “Nos juntamos para compartir el amor que sentimos por una banda que, aunque se formó a miles de kilómetros, tocó nuestras vidas de una manera tan profunda que se ha convertido en un estilo de vida”, cuenta Pablo, con el entusiasmo de quien vive y respira rock and roll.
Ser un Stone: Más que una moda, una filosofía de vida
Para los miembros de esta comunidad, ser un stone no se limita a imitar el característico baile de Mick Jagger, ni a llevar una remera con la lengua en el pecho. Es una filosofía que permea cada aspecto de su día a día. “Respiramos Rolling Stones las 24 horas del día. Desde ir a comprar un pancho hasta cómo nos relacionamos con la gente. Todo se vive ‘like a Rolling Stone’”, explica Pablo.
El look, sin embargo, sigue siendo una parte fundamental de esta identidad. Durante los años 90, el “uniforme rolinga” se inmortalizó con elementos icónicos: zapatillas de lona, jardinero de jean, pañuelo y, por supuesto, el flequillo alto. “Hoy uno trata de ser un elegante stone, pero siempre es fácil reconocer a otro por la calle”, asegura Pablo. “El que me ve jamás va a dudar de que me gustan los Stones”.
La escuela Stone: Donde la actitud es lo primero
A través de grupos de WhatsApp y redes sociales, Pablo y sus amigos se mantienen en contacto constante, compartiendo tips sobre cómo perfeccionar su estilo stone. “La comunidad es un refugio, un lugar donde encontrar a otros que comparten la misma pasión inquebrantable”, describe Pablo. Aquí, el baile se convierte en una extensión de la personalidad, donde cada movimiento, desde el clásico aleteo de Jagger hasta la forma de caminar con el pecho inflado, es una declaración de principios.
“Uno siempre saca pecho, se camina con el pecho inflado, como un síntoma de seguridad y amor propio”, detalla Pablo, quien explica que este rasgo distintivo forma parte de la actitud rebelde y segura que caracteriza a los Rolling Stones.
El baile es otro pilar de esta cultura. “Nosotros bailamos tratando de imitar a Jagger, siempre con todo el respeto del mundo”, comenta Pablo. Cada rolinga tiene su propio estilo, pero todos comparten ciertos movimientos característicos: “Es muy importante el papel de los pies, pero también los brazos y, por supuesto, el pecho inflado”, remarca.
Los 90: La edad de oro de los Stones en Argentina
La influencia de los años 90 en la cultura stone es innegable. “Amamos los 90 porque fue la década en la que vinieron los Rolling Stones por primera vez a Argentina. Y eso es algo que nunca vamos a olvidar”, explican los miembros del grupo. Aunque reconocen que en aquella época eran muchos más, hoy, aunque menos visibles, su comunidad sigue siendo fuerte y unida. “Ahora somos menos, pero eso hace que sea más especial. Y no estamos en peligro de extinción”, enfatiza Pablo.
La cultura stone en Argentina tiene profundas raíces, en gran parte gracias a bandas como Los Ratones Paranoicos. “Ellos hicieron posible que esta cultura exista en Argentina”, asegura Pablo, reconociendo el legado que ha permitido que esta forma de vida perdure a lo largo de los años.
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Un estilo que trasciende el tiempo
Para los rolingas, el flequillo sigue siendo un emblema. “Es como nuestro documento de identidad. El flequillo es todo para un stone”, determinan. Y aunque muchos no lo llevan, todos coinciden en que es un símbolo de pertenencia.
Con un último brindis en esa esquina mágica de Villa Devoto, Pablo levanta su vaso lleno de cerveza y deja una reflexión final: “El mundo puede cambiar, pero nosotros siempre vamos a ser stones”.