Boca jugó mejor y ganó el superclásico: lo espera Estudiantes de la Plata para definir las semifinales de La Copa de La Liga
“Boca ganó a lo Boca” el superclásico de ayer, por la Copa de la Liga. Por un doblete de Miguel Merentiel, más un cabezazo de Edinson Cavani, que no fue únicamente producto de la contundencia: también de inteligencia interpretativa.
Boca lo empezó a ganar cuando dejó de sospechar por qué River le daba la pelota, resignó su posesión bajando su promedio de 62,3% a un 40%, y se dio cuenta de que podía usufructuar su superioridad.
La que implícitamente Martín Demichelis pareció aceptar con el planteo de River, un arriesgado repliegue contragolpeador.
Boca se recuperó de dos goles. Lo empató dos veces aunque estadísticamente sólo figurará una. Primero lo hizo al ir convenciéndose de que River, más allá de que supo usufructuar un error en el golazo (por confección) de Borja, tendía a desaprovechar oportunidades (el caño de Colidio en vez de tocar, un caso).
Hubo un centro que ni Armani logró desactivar y que Enzo Díaz mandó al corner coqueteando con el gol en contra fue, quizás, el primer shock terapéutico.
Paradójicamente el gol de recompensa vino por la banda opuesta: Advíncula, maniatado hasta esos segundos previos al intermedio, se animó a ser Advíncula. Y se mandó, centró fuerte y Merentiel empujó.
El manotazo del Chiqui Romero es un inolvidable del partido. Fue un zácate en el aire a modo de gancho para sacar la pelota que, dependiendo de la cámara por donde se mire, podes pensar que entró del todo o no tanto. Un casi gol que River festejó antes de la anulación del VAR y que Boca celebró con procesión íntima.
No se dio cuenta ninguno de los dos, en ese ratito, que habían empezado a ganarlo y a perderlo. Que ese 1-1 era testimonial. El devenir del partido no lo decía pero daba señales. Las conexiones Cavani-Zenón y la presencia de Merentiel anticipaban el pronóstico.
Boca sí fue Boca, a diferencia de River. Obra y gracia de Martínez, quien acondicionó su estilo estético al manual de estilo que lleva el sello CABJ: le dio una tensión mayor a este equipo en relación a otros de su fábrica.
Para este Boca bestial un hueco o un espacio mal cubierto equivale a lo que la sangre es para un tiburón: un indicio para ir. Y cuando fue a espaldas de Herrera, aprovechó una enésima mala salida del correntino para ponerse arriba. Luego, casi como un búmeran del destino, marcó el tercero del mismo modo que River le metió el primero.
Demichelis no se dio cuenta de que Boca le descifró el código, ni que después de esa conexión a toda velocidad entre Nacho Fernández, el Diablito Echeverri y Miguel Borja para un contraataque ideal, no hubo réplicas peligrosas. Que las pelotas que Aliendro recuperaba con presión y los anticipos de Villagra ya iban mermando.
Leyó el empate como un gol más, confió en la resiliencia de River como si se tratara de un gol por un error puntual cuando lo que estaba mal era la masa madre. Por eso únicamente cambió respetando roles (Lanzini por Nacho y Barco por el Diablito) cuando lo que el clásico pedía era reforzar puntos débiles en el carril derecho, autopista unidireccional.
Los clásicos están para ganar. Para ganar haciendo lo que uno mejor sabe porque cambiar la estrategia no siempre es pertinente: siempre está el riesgo de no saber qué hacer si lo que uno no hace siempre sale mal. Le pasó a River. Y Boca aprovechó en Córdoba. Y entonces lo ganó con su idea. Lo ganó a lo Boca, como dicen sus hinchas y muchos periodistas.